Inquietante explotación de niñas en las zonas rurales de Caucasia

La niña de 13 años no tiene un peso en el bolsillo, pero recorre la tienda de celulares con la seguridad del cazador que tiene a la presa en la mira.

Cuando detecta el teléfono que quiere, su flacucha figura infantil se contonea frente al dueño del negocio. "Ajá, ¿y qué hay que hacé pa tené el celular?", dice mientras busca una habitación que hay al fondo.

"No, no, muchacha, salga de aquí", responde el propietario, sabedor de las graves consecuencias de tener sexo con una menor. "Anda, ¡tú si eres ***!", profiere ella, antes de partir.

El comerciante narra esta historia en la entrada de su casa, en el municipio antioqueño de Caucasia. Está nervioso, de reojo sigue los movimientos de su esposa, "¿ella no está escuchando, cierto?", y tras cerciorarse afirma que la niña ha visitado cuatro veces su local en el último mes. "Es que cambia mucho de celular".

La criatura es conocida en otras tiendas del casco urbano, donde también va ofreciendo su cuerpo como única moneda.

Ella es una de las once chicas de 12 a 15 años que se dedican a la prostitución en los montes de la subregión del Bajo Cauca, según las pesquisas de la Policía de Infancia y Adolescencia. "Aunque pueden ser muchas más", sentencia un investigador del grupo.

El fenómeno se reactivó en 2012, luego de una recesión de al menos cuatro años por la desmovilización de las autodefensas.

Los paramilitares (sobre todo los bloques Mineros y Central Bolívar) ejercieron influencia en esta localidad desde 1983 hasta 2006, época en que la comisión de muchos delitos se disparó, entre ellos la prostitución.

Ramiro Vanoy, alias "Cuco", exjefe del bloque Mineros y hoy condenado por narcotráfico en E.U., explicó en una reciente versión libre la manera en que se ejecutaba el intercambio carnal: "A los jefes nos traían muchachas de Medellín, de clase; en cambio a los patrulleros (rango bajo) se las conseguíamos en Caucasia y en los corregimientos La Caucana y El Guaimaro de Tarazá".

Aunque esas estructuras delictivas se reinsertaron, en la zona permanecen otros grupos igual de peligrosos, "Los Urabeños", las Farc, Eln y reductos de "Los Rastrojos" y "Los Paisas", que además de controlar el bajo mundo, prolongan las prácticas de explotación sexual infantil.

Las rutas hacia el monteUna llamada al celular de una chica de 14 años, reconocida como la líder de una cofradía de pequeñas "prepagos" en Caucasia, activa una ruta clandestina hacia los más remotos lugares en los montes de tres municipios vecinos.

"Necesitamos ‘tantas’ niñas", encarga el proxeneta al otro lado de la línea, y la adolescente se encarga de conseguirlas, de acuerdo con la investigación policial.

Las embarcan en viajes de más de cinco horas por carreteras, ríos y trochas. Ellas mienten a sus padres con el cuento de que se van a "hacer destino" a las minas. Abordan mototaxis, vehículos particulares ("chiveros") y embarcaciones.

Uno de los trayectos es por la vía a Guamocó (Bolívar), donde llegan a un sector del municipio de El Bagre denominado Corona, caracterizado por la presencia de minería de oro.

En la misma jurisdicción, algunas son recogidas en manzanas comerciales del casco urbano, para ser conducidas en camperos al corregimiento Puerto Claver.

Otra ruta lleva al sector rural Caribona, en la frontera de la localidad de Nechí con el sur de Bolívar. Para llegar, las jovencitas deben hacer un viaje de hasta cuatro horas por río en chalupa. "Las que lo hacen por gusto, se van solas", indica un agente policial.

Dos caminos distintos se dirigen a Regencia, en la jungla de Nechí, y a Muribá, en el municipio de Cáceres, donde las esperan con ansias. La condición que aprovechan los clientes en los citados lugares, además de la lejanía y el difícil acceso, es la escasa presencia de la Fuerza Pública. "Pilas con lo que hacen, porque acá mandan los ‘paracos’", les advierten a las jóvenes.

El comercio carnal se comete en fincas y kioscos improvisados, donde la mayoría son mineros y miembros de grupos armados, según la Policía.

Una de las menores de edad relató a las autoridades que la llevaron a un recinto hecho "en pura tabla", parecido a un estadero, donde los abusadores le pagaban 38 mil pesos por cada "rato". Detrás del tablado, hay cuartuchos de madera, paredes forradas con plásticos y piso de tierra, donde a cualquier hora del día se presentan los vejámenes.

La oprobiosa correría dura de una semana a un mes para las chicas. Al final regresan con sumas entre los 100 mil y 400 mil pesos netos, después de que los explotadores les quitan una parte por la manutención.

"Cuando nosotros las detenemos ellas dicen abiertamente que trabajan en eso, que no las jodamos... nunca cuentan quién las contacta", narra el investigador.

Doña Silvia* es abuela de una adolescente de 15 años involucrada en este tráfico ilegal. Reside en Caucasia y manifiesta con pesar que su nieta "se fue con otra pelada para Regencia, una tierra donde hay ‘paracos’ y prostitución".

Con el cabello encanecido, ya por la vejez y quizá por estas preocupaciones, cuenta que "al principio era la amiga la que andaba con esos hombres, porque a mi nieta le daba pena". Pero, al final de todo, "le tocó acostase con el jefe de esos tipos, pa podese vení pa acá".

El alcalde de Caucasia, José Nadin Arabia Abisaad, dice que en ese tráfico también hay niñas que llegan desde El Bagre a su ciudad, "y de aquí también se llevan para Medellín, es un comercio negro en el que las autoridades se han quedado muy cortas en los controles".

Caldo de cultivo

En la oficina de Jaime Campillo Jiménez, coordinador de la Fiscalía Seccional de Caucasia, hay un estante gris atiborrado de carpetas con procesos judiciales.

Cada montaña de papeles está encima de un letrero con el tema respectivo, y los cuatro arrumes más grandes son, en este orden, los correspondientes a los "homicidios", "porte de armas", "cultivos ilícitos" y "delitos sexuales".

"Aquí hay muchos factores que influyen en la prostitución infantil: la pobreza de los hogares, el desempleo y una sociedad de consumo desbordada en el municipio", opina el funcionario, cuya dependencia también recibe casos de Nechí, Cáceres y Tarazá.

"Para estas niñas es un incentivo cuando esa gente les paga altos precios, o les dan blackberrys, portátiles o motos, porque sus papás no tienen cómo sufragar esas necesidades suntuarias", prosigue.

Sobre este punto, el comerciante de celulares, aún hablando pasito para que su mujer no se dé cuenta, comenta que aunque él no ha sucumbido a los regateos de la niña de 13 años, "otros sí le han dado lo que pide, a cambio de...", se frena y levanta las manos como diciendo "usted ya sabe qué". El fiscal Campillo señala que "es muy común que llegue un caballero buscando sexo, y en el mismo hotel le dan el teléfono, no hay que caminar muy lejos".

Esta situación, no obstante, está siendo contenida por la Policía de Infancia y Adolescencia, que realiza visitas sorpresa a estos establecimientos para ver si hay menores sometidas a este tipo de abusos.

Tanto así, que para el presente reportaje acudimos a tres hoteles diferentes, averiguando por las chicas.

Ante la mera pregunta, a los encargados pareció subirles un escalofrío.

"Aquí siempre viene una niña, pero ya no la dejamos entrar", respondió uno de los interrogados, mientras que otro señaló un volante que las autoridades pegaron en su cartelera: "Se prohíbe la explotación sexual con menores de 18 años", reza el título.

Pese a todas las campañas, el fenómeno parece lejos de terminar, por la escasez de recursos para combatirlo y porque los problemas estructurales que lo provocan todavía persisten.

El personero de Caucasia, Orlando de Jesús Ávila Villegas, opina que "la prostitución infantil es una consecuencia, a mayor pobreza, más prostitución".

Y es que, en una población de 107.500 habitantes, el 80 por ciento son pobres.

"Parece una cifra exagerada, pero es la pura verdad", precisa el alcalde Arabia Abisaad, y agrega: "pedimos apoyo al gobierno nacional y departamental, porque lamentablemente aquí todo se queda en estudios".

En una reunión celebrada en el Concejo el pasado viernes, para discutir la problemática social en los adolescentes, Hernán David Jaraba Yances , comisario de Familia del municipio, expuso que 33.992 personas son menores de 15 años, es decir, más del 30 por ciento de la gente de Caucasia.

"Y son rápidamente influenciables para entrar a la delincuencia", añadió el servidor público.

Pero la plata no se ve

Todas las participantes en el tráfico sexual son de barrios donde la penuria es la ley, están desescolarizadas y provienen de hogares disfuncionales.

Cuando son enganchadas en el negocio ilegal, por lo general se van de sus hogares.

El Personero declara que la explotación infantil se acentuó entre el año 2000 y el 2007, cuando Caucasia se convirtió en un centro adonde llegaron los narcotraficantes más opulentos del país.

"Esas personas con tanto dinero crearon una cultura del consumismo, el disfrute del alcohol y la adquisición de cosas por los medios fáciles, las muchachas estaban jerarquizadas por su atractivo físico y tenían unos precios".

Esa conducta sobrevive y en la actualidad, a juicio del personero Ávila, las niñas no se someten a estos tratos obligadas.

Eso se refleja en el hecho de que, de los múltiples casos conocidos, apenas en dos oportunidades las familias y las víctimas han formulado denuncias formales, las cuales están en etapa de investigación.

La nieta de Doña Silvia se fue de la casa en enero, a vivir en el centro de Caucasia, con otras jóvenes que también suben al monte a vender su cuerpo a los ilegales.

De vez en cuando llama, y así su abuela se da cuenta que se aproxima más al precipicio. "Hace 15 días hablé con ella y le dije que se saliera de eso, que vea que la familia es buena, pero ella contesta: ‘sí, abuelita, pero ajá’", relata la señora entre suspiros.

La residencia en la que pernocta la quinceañera, o "la guarida", en palabras de Silvia, "se mantiene con arrumes de ropa en el suelo y están metiendo vicio".

Ella dice que el dinero que ganan en esa actividad no se les nota, ni a su nieta ni a sus amigas.

"Por ahí las veo pasá, todas flacas y ‘malvestías’, con unas arrastraderas grandes grandes... Ellas no son prepagos de lujo, bien hilachentas se mantienen".

*Nombre cambiado por protección de las fuentes.

Fuente: http://bit.ly/J9vBo3

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