La encrucijada de vivir entre la coca y la guerrilla en el norte de Antioquia

Crónica de cómo pasan los días en el corregimiento de Santa Rita, de Ituango, uno de los bastiones históricos de las Farc, donde ahora el Estado ganan terreno no solo a punta de combates.

Para muchos campesinos era la primera vez que le abrían la boca a un odontólogo o se acercaban a un soldado para que les hiciera un corte de cabello, sin ese temor de ser señalados como informantes.

A Santa Rita, un corregimiento de Ituango enclavado entre las montañas del norte de Antioquia, llegó por primera vez el Estado el 7 de mayo con atención médica, social y humanitaria, 30 años después de ser considerado uno de los bastiones de las Farc en las estribaciones del Nudo de Paramillo.

"Al fin llegaron con algo", dice con ironía Luis Alberto Aguirre, un santariteño de 69 años, mientras militares y funcionarios descargan un camión con donaciones para un pueblo donde la pobreza se evidencia en las fachadas de las casas y los zapatos raídos de los niños.

Antes de continuar, y sentado a un lado de la iglesia, Luis Alberto verifica que a su alrededor no haya quien lo escuche para narrar con amargura la historia de violencia del pueblo que se resiste a dejar.

Y cuenta con amargura como hace ocho años el Bloque Mineros de las Autodefensas se tomó el pueblo y luego de seis meses de vejámenes, violaciones de niñas y asesinatos selectivos saldrían más de 60 'paras' en volquetas, todos muertos tras una emboscada de la guerrilla.

Bajo la sombra guerrillera

"Generaciones enteras se han levantado bajo las normas de la guerrilla, aquí no hubo otra ley, hasta hace cinco años que llegaron los soldados y ahora que tenemos Policía desde enero pasado", explica Luis Alberto, mientras por un parlante dice un funcionario de la Gobernación "aquí está el Estado que se había perdido".

Los pequeños calvarios a orillas de los caminos de este pueblo de tres mil habitantes también son testimonio de la violencia que arreció desde hace 20 años con la llegada de los cultivos de coca, bajo el dominio del Frente 18 de las Farc que opera en la región.

Ahora lo combate cuatro brigadas móviles del Ejército en las veredas más alejadas de Santa Rita.

Hasta hace cinco años era habitual que los campesinos bajaran de las montañas a vender sus kilos de base de coca a los milicianos y devolverse para sus fincas con acpm, cemento y otros insumos.

Ahora el negocio se hace en las montañas de este corregimiento, hasta donde muchos de los bachilleres de este pueblo se internan meses como raspachines para ganarse quince o veinte mil pesos diarios por arrancar dos o tres arrobas de hoja de coca.

Todo ante la falta de dinero para continuar sus estudios en la ciudad o la realidad de cultivar a pérdida café, frutales o fríjol cuando estos productos llegan más baratos de Medellín y la única vía que comunica a Santa Rita con el resto del mundo es una trocha a la que se asoma la guerrilla cada tanto.

Cosechando una esperanza

Aún así, Julio Arboleda, otro habitante de Santa Rita, insiste con el café y este año tendrá su primera cosecha en una finca que compró y se la entregaron con palos de coca que no puede tumbar porque se arriesga a que, como él dice, le den 'gatillo'.

"Vea cómo son las cosas, ahora lo que deja la coca es lo que ayuda a sostener el cafetal, porque si uno va a pedir créditos los bancos no prestan y cargamos con la fama mentirosa de ser guerrilleros", se lamenta Julio.

Él fue uno de los más de 200 campesinos de Santa Rita conminados por las Farc para participar en un paro cocalero hace dos años en Tarazá, Bajo Cauca antioqueño, después de varias fumigaciones.

Ahora la pista clandestina, construida cerca del pueblo para sacar los alijos de coca hacia Urabá, es vigilada por el Ejército mientras la Gobernación de Antioquia se propone adecuarla para que sea otro medio más expedito para que llegue el desarrollo a Santa Rita.

Allí también está pendiente de ejecutarse un proyecto de cultivos alternativos de cacao que beneficiaría a 400 familias y se construye un comando para los cerca de 45 policías que patrullan por el pueblo ante la mirada desconfiada de sus habitantes que por años se acostumbraron a la encrucijada de vivir entre coca y guerrilla.

Fuente: http://www.eltiempo.com/colombia/antioquia/la-encrucijada-de-vivir-entre-la-coca-y-la-guerrilla-en-el-norte-de-antioquia_7724876-1

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